Una mañana cualquiera tallaré tu nombre en un árbol y escribiré un poema sin pasión que no diga te amo ni te quiero, y pacientemente esperaré en tu puerta a que recojas los pedazos de mis besos.
Una tarde cualquiera una donde el tiempo no sea reacio y se regocije de su sol, tomaré un lápiz sin borrador y escribiré una carta que no mencione el deseo insondable que me atraviesa la prudencia, ni mencionaré las urgencias que ocasionan tus caprichos.
Una noche cualquiera cuando marches al trabajo cantaré como pájaro enjaulado para ocultar los vacíos de tu ausencia y la espera desgarrada motivadas por las ansias de tu retorno.